Niñas programando el futuro: tecnología con rostro, voz y corazón de mujer
Publicado: 12 de agosto de 2025

“Yo soy normalista bachiller. Llegar a esta escuela fue cumplir un sueño”, dice la maestra Massiell Alexandra Rojas Estrada.
"Yo soy normalista bachiller. Llegar a esta escuela fue cumplir un sueño", dice la maestra Massiell Alexandra Rojas Estrada. Lleva 30 años como docente y, desde 2022, lidera junto a José Miguel Celis Peñaranda el nodo de pensamiento computacional en la Escuela Normal Superior María Auxiliadora de Cúcuta. Su trabajo, en el marco de Colombia Programa, ha transformado la enseñanza en una institución exclusivamente femenina, integrando programación, robótica y pensamiento crítico en las aulas.
Cuando comenzó, Alexandra enseñaba ciencias sociales. "Me entregaron el proyecto sin pensarlo y acepté el reto", recuerda. Junto a una colega de educación religiosa y otra de inglés -sin experiencia previa en tecnología- asumieron la formación en pensamiento computacional. Hoy, esa decisión inicial ha germinado en un semillero con 25 estudiantes que desarrollan proyectos en Colombia Programa para resolver problemas reales de su entorno.
Uno de esos proyectos fue un bastón inteligente para personas con discapacidad visual. Otro busca reducir el ruido en la institución. Las estudiantes también han trabajado en iniciativas relacionadas con el medio ambiente y la ciudadanía digital. Todo parte de un principio claro: usar la tecnología para investigar, proponer y transformar.
José Miguel, ingeniero electrónico, se sumó al nodo hace un año y medio. Aporta desde el área de tecnología e investigación, y destaca el rol de la institución en el proceso: "Aquí las niñas se forman como futuras maestras. Por eso cada proyecto que presentamos en Colombia Programa también tiene una dimensión pedagógica. No solo programan; aprenden a enseñar, a pensar y a proponer".
Ambos coinciden en que el enfoque de género ha sido clave. "El mercado tecnológico necesita más mujeres. Y aquí les mostramos que ellas pueden ser creadoras, líderes y emprendedoras en ese campo", afirma Célis. El semillero ha servido como espacio de empoderamiento, donde las estudiantes descubren que la programación no es solo para hombres ni exclusiva de una élite técnica.
Su éxito no es casual. La escuela cuenta con una estructura organizativa clara y con el respaldo de las directivas. "Eso marca la diferencia. Nos dan tiempo, espacios, reconocimiento. Pero también hay algo que no puede faltar: el amor por el trabajo", dice Alexandra. "Esto lo hacemos fuera de nuestra carga horaria. Lo hacemos porque creemos en lo que estamos construyendo."
Ambos docentes reconocen que uno de los retos más grandes es resignificar el uso de la tecnología. "Nuestras estudiantes son nativas digitales, pero muchas veces solo desde el consumo. El reto es enseñarles a crear, a entender cómo funciona lo que usan, a pensar en los algoritmos detrás de sus redes sociales, a usar la inteligencia artificial con criterio", explica Célis.
Han incorporado algunas actividades de las guías del pensamiento computacional de Colombia Programa, especialmente aquellas que permiten vincular lo tecnológico con el cuidado del entorno, el pensamiento ético y la formación ciudadana. En palabras de la docente: "No se trata de prohibir el uso de la tecnología, sino de formar para usarla con responsabilidad."
Como pares expertos, su mensaje para otros docentes es simple y directo: "Esto se logra si hay pasión. Si hay compromiso real. No se necesita ser ingeniero ni experto. Se necesita disposición, curiosidad y ganas de trabajar en equipo."
Y concluyen con una certeza compartida: el pensamiento computacional no es una moda, es una herramienta para formar ciudadanas críticas, creativas y capaces de transformar su entorno desde la escuela.