De la bombilla al braille: Taliana, la joven que piensa en la programación inclusiva
Publicado: 13 de agosto de 2025

Desde muy pequeña la fascinó ese universo invisible que se encierra tras una pantalla: los juegos, los botones, los circuitos.
Taliana Montano tiene quince años y una sonrisa que ilumina cualquier sala de máquinas. Desde muy pequeña la fascinó ese universo invisible que se encierra tras una pantalla: los juegos, los botones, los circuitos. Durante la pandemia cuando el encierro volvió las horas eternas, Taliana descubrió que no bastaba con jugar: quería entender cómo se construía cada universo digital. Se sentó frente a tutoriales en línea, empezó a desmontar aparatos viejos y, casi sin darse cuenta, ensayó su primer circuito con un par de cables y una bombilla. La luz que saltó al cerrar el circuito la atrapó para siempre.
En el Colegio Técnico Industrial San Martín en Neiva, donde cursa una técnica en Electricidad y Electrónica, Taliana se ha ganado el respeto de profesores y compañeros. Recuerda con cariño el proyecto de octavo grado en el que montó un brazo hidráulico con mangueras y pistones, o aquel dispensador mecánico que, con un interruptor, liberaba grageas de colores: "La magia de presionar un botón y ver algo cobrar vida es inexplicable", dice ella. Pero no se detuvo ahí. Al lado de dos amigos, decidió llevar la programación más allá de la pantalla: aprendieron braille, diseñaron laberintos táctiles y construyeron un mini computador que traduce comandos en patrones que niños con discapacidad visual pueden leer y tocar.
Su empeño no surge de un mero capricho técnico, sino de un genuino deseo de servir. "Me gusta ayudar, siento que la tecnología me da esa posibilidad", explica Taliana con la misma naturalidad con la que describe un circuito. En cada clase, cuando detecta a una compañera perdida ante un problema de código, deja su asiento y se acerca para ofrecer su mano. "Todos tenemos las mismas capacidades; sólo hace falta confiar en nosotros mismos", afirma. Y su voz se carga de convicción: ha visto el miedo en los ojos de niñas que dudan en levantar la mano, ha escuchado el susurro de quienes creen que la tecnología "no es para ellas".
Esa barrera silenciosa, tejida de prejuicios y expectativas, Taliana la está deshilando con cada proyecto. Ha sentado las bases de un colectivo estudiantil donde las mujeres comparten recursos, resuelven dudas y, lo más importante, celebran cada logro por pequeño que sea. Organiza encuentros semanales -entre risas y diagramas- donde enseñan a otras alumnas a usar la placa de Arduino, a entender un diagrama de flujo o a escribir su primera línea de código. "Es un espacio seguro", asegura una compañera que, gracias a Taliana, ya no siente miedo al enfrentarse a un reto electrónico.
Su familia, compuesta por mamá, papá y su hermana menor, la respalda en cada prueba. Su madre, profesora de inglés, celebra que Taliana combine sus dos grandes pasiones: "El idioma une al mundo y la electrónica lo transforma; juntas son poderosas", comenta. Y Taliana ya contempla su futuro ofreciéndose como puente entre ambos mundos: sueña con especializarse en inglés técnico para traducir manuales y facilitar el acceso de comunidades rurales a la tecnología, mientras explora cursos de robótica avanzada que le permitan llevar proyectos de impacto social.
Cuando le preguntan qué mensaje dejaría a quienes sueñan con la programación, no recurre a frases hechas: habla desde el corazón. "No permitan que el temor a equivocarse les impida dar el primer paso. Cada error es una lección, cada proyecto fallido un peldaño más cerca del éxito. Somos igual de capaces que cualquiera; solo debemos atrevernos." Esa fuerza en su voz, esa seguridad en su mirada explican por qué la han invitado a charlas en la ciudad y por qué, muy pronto, su proyecto de inclusión llegará a otras instituciones educativas.
Taliana Montano no es solo una alumna destacada: es la viva prueba de que la curiosidad puede encender más que una bombilla. Con su energía y su espíritu de servicio está tejiendo un nuevo paisaje tecnológico en el que niñas y jóvenes ven en la programación no un territorio vedado, sino un espacio de creación, comunidad y transformación. Y mientras tanto, ella sigue explorando, montando circuitos y tendiendo la mano a quien necesite dar su primer paso.