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Desde niña, Juliana Flórez Llorente soñaba con enseñar. Aunque al graduarse de la Normal Superior en Montería, Córdoba, inició estudios de contaduría, pronto descubrió que su verdadera vocación estaba en las aulas. "Decidí participar en un concurso docente y así comencé mi camino en la enseñanza. Aunque empecé en contaduría, fue en la docencia donde encontré mi lugar", recuerda. Desde entonces, ha recorrido un camino de formación continua: especializaciones, una maestría y un profundo interés por la tecnología educativa.

Su curiosidad la llevó primero a la gamificación, el uso de dinámicas de juego en contextos educativos para motivar el aprendizaje, y luego a conectar con colegas de colegios de todo el país. Cuando se abrió la convocatoria de Biobots enfocada en zonas rurales, Juliana supo que era su oportunidad. Se unió con dos profesoras de primaria de la IE San José de Jaraquiel en Montería, ciudad en donde participaron en una mesa de validación de materiales para preescolar a 11. "Ver cómo el diseño del kit pasó de bachillerato a niveles iniciales me dio mucha esperanza: el material es práctico, lindo y pensado para nuestros chicos."

Sin embargo, no todo ha sido fácil. La falta de energía eléctrica, conectividad y dispositivos sigue siendo un reto. "Llegan las herramientas, pero sin formación docente pierden todo su valor. Si no sabemos usarlas, no podremos enseñarlas". Por eso valora el acompañamiento de Biobots: sesiones sincrónicas, retroalimentación constante y una comunidad de profes dispuestos a compartir.

Hoy, Juliana celebra el entusiasmo en sus estudiantes rurales. "Verlos resolver problemas con lógica, creatividad y confianza me llena de orgullo. Mi consejo a mis colegas: atrévanse. En educación, el espíritu de aprender es lo más hermoso, y ese plus llega de Biobots a nuestras aulas."